Los occidentales dicen: “todo el mundo se ha comportado igual siempre”; todas las culturas fueron ambiciosas y guerreras.
Esta idea se transmite desde la más tierna infancia.
También se impone la falsa idea de 'progreso'; civilización es tecnología y sus “valores”.
Ambas son falsas y altamente psicotóxicas para las frágiles mentes de los niños.
Y no sólo para ellos, también son “enfermantes” para los mayores que las han interiorizado como forma de vida y las repiten como loros. Se agarran a ellas como auténticos tarados pues justifican su pasividad, hasta el punto de sentirse incómodos y de negar los hechos que las cuestionan.
Las dos mentiras justifican la visión miope y aberrante del mundo exterior e interior que necesitan inculcar en la gente los psicópatas poderosos para seguir siéndolo.
Para tarar a los niños es preciso romper la solidaridad no solo falsificando la historia de la ciencia y las civilizaciones, sino también la de la biología misma.
Implantándoles desde la infancia la idea de que la evolución se ha realizado por la competencia y no por la cooperación, como de hecho ha sucedido.
Reforzar la idea elitista de la selección natural de “los más aptos” y de su triunfo sobre las “razas desfavorecidas”, justificándose así toda clase de genocidios.
Mediante el adiestramiento denominado fraudulentamente “educación” se prepara a los niños para que acepten como “natural” un mundo cada vez más enfermizo, desigual e inaceptable.
Develar estas mentiras es esencial para construir otro mundo donde impere el respeto.
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